Por Marina Easley
Cuando yo de repente me entero de tu suerte,
es como
si dos soles alumbraran el día,
me lleno
de tu amor, de paz y de alegría;
es como
si tus brazos me estrecharan muy fuerte.
Cuando
no sé de ti, mi corazón inerte
se
pregunta angustiado: !Dios, mío! ¿Qué
pasaría?
¿se
perdería en la noche, u olvidaría mi vía?
¡Dios!
¿Se agoniza así cuando se ve la muerte?
Cuando
tu voz escucho, creo ver en lontananza,
un
rayito de luz que grita: ¡ten confianza,
que
vendrá a mas tardar antes del sol la puesta!
Y llena
de contento, corro al feliz encuentro…
Te
espero y no llegas. ¡A tu mente no entro!
Te cuesta recordarme… ¡Caray, cómo te
cuesta!